domingo, 15 de abril de 2012

Vivir del ladrillo


Con los pies descalzos enterrados hasta la pantorrilla entre estiércol y aserrín. Preparan la mezcla que más tarde hornearán hasta que tome su característico color naranja. Son trabajadores de la colonia Santa Rosa, en Tlaquepaque, quienes perderían más que su trabajo si clausuran las ladrilleras de Tlaquepaque y la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG).

Doña Adela inicia su jornada a las seis de la mañana en la colonia Arroyo de Enmedio, ubicada en el mismo municipio. Como ella, toda su familia lleva más de 40 años dedicándose a la elaboración de ladrillos. No cuenta con ningún estudio, sólo aprendió los quehaceres del hogar y la empresa familiar.

"Tengo 60 años; en marzo cumplo los 61 y desde niña me dedico a esto".  El peso del tiempo no la deja trabajar mas que tres días a la semana. Echa el barro para tenderlo e irlo acuñando. Pone la adobera en el molde, más tarde tiende las piezas y las deja remojando para regresar al otro día y terminar su primera tanda.

Así como ella, José Juan de 27 años se ha dedicado "desde que estaba morrito" a la ladrillera. Toma una pala para hacer la mezcla. Él, por necesidad, trabaja más de doce horas por cinco días a la semana. Le pagan dependiendo de la cantidad de ladrillos que saca; aproximadamente unos 150 pesos.

Los dueños del terreno de la colonia Santa Rosa, le permiten vivir en el lugar, en una casa improvisada, hecha sólo con los bloques rectangulares que él fabrica. La habita con sus dos hijos, de cuatro y seis años, y su esposa. Gracias al sacrificio de su padre, los niños pueden acudir a la primaria de la zona, algo que su padre no pudo realizar.

Refugiadas entre escombro, dentro de calles sin pavimentar donde se encharca agua de la lluvia de estos días, hay más personas que le dedican sus días al adobe, como doña Adela y José Juan. Vecinos que sin tener conocimientos de otra profesión compiten entre ellos intentando producir más material de construcción.

Uno de ellos es José Cruz, quien conforma un equipo de trabajo con sus seis hijos. Dos de ellos se dedican a la albañilería, pero cuando finalicen la obra regresarán a darle una mano a su progenitor.

"Este trabajo necesita que esté uno pendiente diario. Si nos mueven para otro lado tendríamos que vivir ahí pero, ¿cómo?", se pregunta don Cruz. Temen perder su empleo si la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades) decide realizar un corredor de ladrilleras ecológicas lejos de su hogar. "No sé dedicarme a otra cosa. Ésta fue mi escuela".

Los tres están por concluir su jornada, ya son cerca de las 17:00 horas. Se encierran en sus casas para descansar sin dejar de pensar qué será de ellos. Los tres dan la misma respuesta cuando se les pregunta sobre qué pasaría si la medida para mejorar la situación climática en el Estado es tomada por las autoridades: "Nos moriríamos de hambre".

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