“Queremos que nuestros descendientes no se vean amenazados por el
poder destructor que supone el calentamiento del planeta”. Con estas
palabras, pronunciadas durante su discurso de la victoria en la noche electoral, selló Barack Obama su compromiso con la lucha contra el cambio climático, para muchos una de las asignaturas pendientes de su primer mandato.
Prácticamente desaparecida durante toda la campaña presidencial, la
política medioambiental cobró protagonismo en la recta final al albor de
los efectos del huracán Sandy. El abismo fiscal y la cruzada sobre el control de las armas
han acaparado los estertores del segundo mandato del presidente, pero
muchos sostienen que la forma en la que aborde la lucha contra el
calentamiento global durante esta nueva legislatura la que pueda poner
el broche de oro a su legado político.
El principal escollo que se encontrará Obama es
conseguir el apoyo del Congreso para mantener los incentivos fiscales a
las renovables
Durante sus cuatro primeros años en la Casa Blanca, pese a la
oposición del Partido Republicano y la industria del carbón o del
petróleo, la Administración Obama adoptó algunos pasos para tratar de
frenar el cambio climático, como la puesta en marcha de medidas para
limitar la emisión de CO2 en los coches de nueva fabricación y para
restringir las emisiones de las plantas de carbón. En su nuevo mandato
se esperan más disposiciones en la misma linea, además de la ejecución
de normativas más duras sobre la perforación a través de la técnica de
fractura hidráulica para la obtención de gas, una medida que cuenta con
la oposición frontal de las compañías petrolíferas.
En su segunda legislatura, la Casa Blanca seguirá apostando por las
energías limpias, potenciando las plantas de energía eólica o solar. El
principal escollo que se encontrará Obama es conseguir el apoyo del
Congreso para mantener los incentivos fiscales –rebajas de impuestos- a
este tipo de industrias energéticas.
La preferencia por las renovables se compagina con el respaldo a la
industria del gas natural. En 2012, EE UU alcanzó cifras récord en la
producción de este componente fósil, según datos de la Administración de Información de la Energía (EIA, en sus siglas en inglés).
La decisión del presidente dependerá en buena
medida del resultado de las investigaciones sobre el desarrollo de la
perforación en el Ártico de una planta de Shell
En el aire queda saber si finalmente Obama dará el visto bueno a la
construcción del oleoducto que transfiera petróleo de Canadá a las
refinerías del Golfo en EE UU, un proyecto largamente acariciado por los
republicanos y las empresas del sector. La decisión del presidente
dependerá en buena medida del resultado de las investigaciones sobre el
desarrollo de la perforación en el Ártico de una planta de Shell. El
secretario de Interior saliente, Ken Salazar,
ha asegurado que las perforaciones en la costa de Alaska no se
suspenderán en la segunda legislatura, pero la compañía petrolífera está
siendo objeto de un profundo escrutinio debido a varios fallos de
seguridad que se han evidenciado en los últimos meses. En función del
resultado del informe, la Casa Blanca podría platearse una moratoria en
el Ártico similar a la que decretó para el Golfo tras el vertido de BP
en 2010.
Unos proyectos para cuya ejecución, de momento, no hay director. Los
puestos al frente del Departamento de Interior, de la Agencia de Medio
Ambiente y de la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera, los
tres pilares en los que se apoya la gestión medioambiental del Gobierno
federal de EE UU, están vacantes y las personas que Obama designe para
ocuparlos determinará en buena medida la senda por la que circule
durante los próximos cuatro años la política de la Casa Blanca en la
materia.
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