La
avispa asiática (vespa velutina nigritorax), una especie invasora
procedente de Francia que se alimenta de abejas y diezma las colmenas,
habrá colonizado toda la península Ibérica dentro de una decena de años,
según los mapas de distribución elaborados por los expertos.
La "progresión exponencial" con la que se ha expandido desde
que a finales de 2010 apicultores locales detectaran los primeros
ejemplares en la zona fronteriza del Bidasoa, podría llevar en unos
pocos años a este "superdepredador" a convertirse en una plaga en toda
España, tras haber hecho ya casi inviable la explotación comercial de
las abejas en algunos puntos de Gipuzkoa.
En declaraciones a EFE, Arturo Goldarazena, entomólogo del Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario, Neiker-Tecnalia,
tiene claro que la única solución posible al problema pasa por
potenciar una investigación científica dirigida a descubrir una "potente
feromona sintética" que, de forma "efectiva", permita atraer y capturar
"masivamente" ejemplares de "vespa velutina" con el fin de reducir
drásticamente sus poblaciones.
Los especialistas descartan ya la
posibilidad de erradicar completamente la especie de nuestro país -donde
ya está presente en amplias zonas de Euskadi y Navarra y amenaza a las
comunidades vecinas-, pero creen que aún es factible mantenerla
"controlada" si las distintas administraciones asumen la "gravedad" del
problema.
Para ello, junto a la investigación, Goldarazena
defiende la importancia de "favorecer" las inspecciones y las
cuarentenas en los puertos sobre los cargamentos de materias y productos
agrícolas, entre los que se pueden ocultar especies invasoras como
esta.
Entrada en Europa
Precisamente, se
cree que la entrada en Europa de la avispa asiática, cuyo hábitat
natural se sitúa en China, el norte de la India e Indonesia, se produjo a
través de un cargamento de madera que fue desembarcado en 2004 en el
puerto galo de Burdeos.
La "vespa velutina" es un insecto de color
oscuro, tiene el tórax y el abdomen prácticamente negro, excepto el
cuarto segmento que es amarillo. Las patas son de color marrón con
esquinas amarillas. Las reinas llegan a medir 40 milímetros, aunque el
resto de ejemplares son más pequeños y sólo alcanzan los 30 milímetros,
una envergadura sensiblemente superior a la de sus presas.
Las
abejas europeas se encuentran indefensas ante este depredador que, según
aclara el técnico de la Diputación de Gipuzkoa Juan Luis Korkostegi,
llega a atemorizar con su sola presencia a toda una colmena hasta el
punto de que las obreras no se atreven a salir y, al faltarles el
alimento, enferman y mueren de debilidad.
La técnica de caza de
los ejemplares invasores, que pueden constituir colonias de hasta 1.500
individuos, consiste en esperar ante las colmenas el regreso de las
abejas cargadas de polen, para capturarlas, cortarles la cabeza, las
patas y el aguijón, y trasladarlas a sus propios nidos, unas grandes
estructuras de celulosa con forma de balón, que hacen en las copas de
los árboles.
Su ciclo vital comienza en primavera, cuando las
reinas fecundadas salen de los escondrijos en los que han hibernado para
construir una pequeña estructura en la que ponen cinco huevos de los
que nace un grupo de obreras que le ayudará a construir un gran nido, de
un metro de diámetro, en el que se desarrollará el resto de la colonia.
Algunos
huevos darán lugar a zánganos que fecundarán a las nuevas futuras
reinas, quienes a finales de otoño abandonarán el nido para pasar el
invierno resguardadas y crear nuevas colonias la primavera siguiente.
Arturo
Goldarazena considera que la expansión de este insecto supone un
problema "serio" para el medio ambiente porque diezma las poblaciones de
abejas y de otros animales como los abejorros, aunque el experto de
Neiker aboga por no caer en el "alarmismo", dado que no se va a acabar
la polinización y además la "vespa velutina" no es peligrosa para el ser
humano, salvo para los alérgicos a su veneno.
"No hay lugar a la
alarma social porque además hacen los nidos en los árboles con lo que
pasan normalmente desapercibidas. Lo que no se puede hacer es tocar un
enjambre. Hay que dejarse guiar por el sentido común", advierte el
experto. EFE
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