sábado, 26 de enero de 2013

Lavarse la cara en el Río Santiago


Ayer que José Ramírez llevó a su hija al trabajo, en las obras de un parque aledaño a un río famoso por oler a “perro muerto”, a la niña se le antojó darse un baño.

José dirige la construcción de lo que será un mirador en los límites de Juanacatlán y El Salto. Desde ahí se verá correr el Río Santiago, el mismo que hace un año picaba la nariz al olfatearlo y en el que ayer la hija de José se lavó la cara.

“Al rato te vas a quedar sin pellejo”, le advirtió el padre experimentado a la menor, pero ella reviró: “Ya está limpia”.

Quienes frecuentan esa zona conocen de las mejoras del agua porque han presenciado cambios: ya no se siente como amoniaco en la nariz, ya no arden los ojos, ya no se ven los montes de espuma y ya no se junta el zancudal, enfatizó José. “Yo creo ya empezaron a tratar las aguas y todo por ahí”, es la versión que, de oídas, José forma para explicar por qué esas transformaciones.

“Donde se cayó Miguel Ángel” continúan las descargas. Ahí, donde viene el agua menos contaminada a la que José se refiere, es un complejo de saneamiento que desemboca en el futuro parque ecológico, comienza en la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) El Ahogado y pasa por El Muey, en El Salto.

En El Muey el agua ya perdió calidad en la limpieza con la que salió de la PTAR, pues en su recorrido le llegan descargas domésticas e industriales. Localiza una de ellas el director de Cuencas y Sustentabilidad de la CEA, Héctor Castañeda, y apunta con el dedo: “Ahí, poquito atrasito de donde se cayó Miguel Ángel”.

Miguel Ángel López Rocha tenía ocho años y, tras caer en el Río Santiago, falleció en febrero de 2008. En su sangre se reconoció arsénico, proveniente de descargas industriales.

A lo largo del canal en El Muey se ven parlotear patos color oscuro que, si bien se pierden entre el agua con la misma tonalidad, han hecho vida en la misma corriente por la que murió Miguel Ángel.

El olor fétido de donde sale el líquido de la PTAR, en Tlajomulco, era calificada como insoportable hace dos años, escenario al que ya se acostumbraron los vecinos que viven a unos 40 metros.

DETECTAN 38 DESEMBOCADURAS
El Ahogado da sólo un respiro al río


A 10 meses del inicio de la fase de estabilización de la planta El Ahogado, los cambios en el afluente son visibles y distan del ineludible olor pestilente que ahuyentaba a paseantes y turistas por igual, aunque no a los residentes, quienes se vieron obligados a acostumbrarse a respirar un aire por demás viciado a lo largo de los años. Ante esto las autoridades recibieron severas reprimendas, y la exposición mediática no se ha detenido desde entonces.

Las aguas cristalinas del Río Santiago, que por años atrajeron al turismo, fueron reemplazadas por un verdadero drenaje repleto de químicos y desechos orgánicos, prodigados por la población y la industria de una metrópoli en constante y acelerada expansión.

Varias soluciones se plantearon ante la importante problemática ambiental, pero el costo millonario que éstas representaban atrajo consigo obstáculos de índole política, aunque a la distancia éstos se superaron y la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de El Ahogado, la prometida solución a la contaminación del Santiago, comenzó a erigirse.

En diciembre de 2011 la tratadora comenzó su fase de estabilización, y en marzo del año pasado el entonces Presidente de la República, Felipe Calderón, acudió a Jalisco para oficializar su puesta en marcha. Hoy los resultados en el afluente (al menos en sus zonas más contaminadas por la proximidad con los más grandes núcleos habitacionales), son palpables.

Conscientes de ello, las autoridades de la Comisión Estatal del Agua (CEA) hicieron un recorrido en el que se visitaron tres puntos del torrente: la presa de El Ahogado, que es por donde sale el agua tratada; el canal que se abrió para que el líquido limpio se uniera al Río Santiago, y la cascada limítrofe de las localidades de El Salto y Juanacatlán.

La mejora en las condiciones del cuerpo de agua sí es notable. Los olores fétidos que obligaban a respirar por la boca (sobre todo en la estación primaveral) son mínimos ya, y la espesa capa de espuma en la cascada, resultado de la caída de agua repleta de contaminantes, no está más ahí.

Hoy el Río Santiago luce distinto, aunque al paliativo de mil 950 litros en promedio tratados por segundo (dos mil 200 en su capacidad máxima) aún resta agregarle el desvío o tratamiento de las descargas domésticas que competen a la autoridad municipal de El Salto, municipio que mayor complicación registra en este tenor, según lo asegura la dependencia estatal.

“Son 38 descargas municipales que hemos venido encontrando; unas más pequeñas y otras más grandes. Son aguas residuales domésticas que son desviadas y descargadas directamente al río sin tratamiento alguno”, lamentó el director de Cuencas y Sustentabilidad  de la CEA, Héctor Castañeda Náñez.

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